martes, 22 de diciembre de 2009

jueves, 5 de noviembre de 2009

DIA DE LOS SANTOS 2009

Como otros años nos juntamos unos cuantos místicos para no perder las tradiciones.
Volvimos a comer puchas, de las que hace "Mana Manolita" que son las mejores del mundo.
Después de dar cuenta de las viandas, algunos se fueron a sestear, también por seguir con la tradición.


¡¡Como en cada reunión de amigos, recordamos a los que no estuvísteis!!








martes, 20 de octubre de 2009

LOLA

Llegaste a nuestras vidas casi sin avisar y te ganaste nuestra amistad y nuestro cariño.

¡¡cómo no íbamos a querer a alguien que buscaba semillas para sembrar patatas o quitaba las baldosas del jardín para poner tomateras!!

¡Qué fácil fue quererte!

Hemos compartido pocos años de amistad pero suficientes para no olvidarte nunca

HASTA SIEMPRE AMIGA

lunes, 31 de agosto de 2009

jueves, 25 de junio de 2009

GISELA

Estos niños se han empeñao en hacernos viejos y al final lo van a conseguir.
Ahí os presento a mi sobrina-nieta, para los que no la conozcais todavía, se llama Gisela y nació el domingo, 21.




jueves, 4 de junio de 2009

Primera Comunión de Ángel y Rocío 30 de Mayo de 2009

Por fin llegó el día.
Después de tanto tiempo preparándolo, se nos hizo corto, pero nos divertimos bien, nos dio tiempo a comer, beber, bailar, jugar, reir y hasta a echar alguna lagrimilla.








lunes, 11 de mayo de 2009

VISITA A LAS PINTURAS 10 DE MAYO DE 2009

Cuando dijeron que se haría en Helechal la fiesta de la Comarca, pensamos que sería buena idea organizar una subida a la sierra para ver las pinturas, por si alguien estaba interesado, pero habría que hacerla a la semana siguiente porque no era plan subir el mismo día de la fiesta.
El día de la Comarca repartimos folletos para avisar de la subida, algunos tenían un "interes" grandísimo pero luego no vinieron, supongo que tendrían otras obligaciones.














































martes, 5 de mayo de 2009

lunes, 4 de mayo de 2009

LA COCHINA DE JOSÉ

No hará un mes, encaramado en la horcadura de un chaparro esperando a que pasara un cochino al que tengo ganas de saludar, recordé la historia que hace un par de años sentados al fresco de una noche de julio, me contaba un amigo, al que conocemos como José de Mano Ramón. José no contaría una historia de las vividas en sus ochenta y muchos años si no viera que hay interés por el tema en cuestión. Cuando este hombre de pequeña estatura, o poca “jechura”, como decimos en el pueblo, dice que va a contar una historia, mis cinco sentidos se activan porque sin duda promete. José es hombre de campo y conserva la manera de hablar heredada de sus padres, de sus abuelos… y eso es parte del encanto de sus historias.

Me contaba:

“… le había parío una cochina a mi tío Frasco, el hermano de mi madre, y la probe tenía menos tetas de la cuenta, asinque me dio a mí una gorrina, la más encanijá, pa criarla con leche, nosotros por entonces teníamos un par de cabras y no faltaba la leche en casa. La gorrina estaba mu floja y cuasi no comía na, menos mal que mi madre le metía un cacho lana empapá en leche en la boca y asin la fue sacando palante, to el día en pie la lumbre. Era negra con un reondel blanco en una nalga y le faltaba una oreja que no sabemos si es que se la roería alguna rata. A mi hermana se le ocurrió ponerle nombre y la llamaba Panchita, mira tú que tontería cuando la íbamos a matar pa las acitunas, pero en fin. La jodía gorrina perecía que tenía conocimiento y se venía detrás de uno como un perrillo y le íbamos cogiendo una miaja de cariño. Por entonces tendría yo 12 o 13 años y ya llevaba lo menos cuatro con mi padre jaciendo picón en la sierra, unas veces y otras ayudando a Abelardo el cabrero del pueblo a ordeñar y a sacar las cabras por la Morisca mientras él llevaba la leche a Almorchón en una bestia.
A veces nos juntábamos en esas sierras Alejandro y yo y nos liábamos un cigarro con hojas de romero y parra. Alejandro era algo más grande que yo y vivía en Navacerrá guardando un atajo de cabras del amo de la finca. Teníamos controlaos tos los pasos de los cochinos y alguna vez llegamos a toparnos con alguno pero no teníamos ni una mala escopeta, que si no, tú fíjate la de chicha que podíamos haber tenío en casa.
Se escuchaba por el pueblo que había estallao el Movimiento, pero a mí eso no me sonaba de na lo que en verdad me preocupaba era estar bien temprano en la sierra con las cabras porque en el mes de julio las chicharras empiezan de contao a dar la lata, señal de que el día viene apretando.

Al llegar un día a mi casa, mi madre y mi agüela estaban llorando, esperando a que llegáramos los que andábamos faenando en el campo. En cuanto mi padre llegó del Jatillo que estaba segando, cogimos cuatro cacharros y arrancamos andando pa Almorchón dónde teníamos que coger un tren hasta La Mancha jullendo de la guerra. Como no pensábamos que sería por mucho tiempo llevamos lo necesario y la gorrina y las dos cabras no podían venir con nosotros asinque las llevamos a Navacerrá dónde estaba Aejandro.

(Lo que pasó cuando estábamos en La Mancha ya te lo contaré otra vez)

Al cabo de unos meses volvimos al pueblo y nos encontramos con la casa derrumbá, por culpa de una bomba, así que nos recogió en la suya mi tío Frasco y mi tía Amparo hasta que pudimos levantarla otra vez.
En cuanto tuve tiempo subí a la sierra a ver a Alejandro y a recoger las dos cabras y la cochina, a la puerta me recibió Mana Aurora, la madre de mi amigo con dos lágrimas que anunciaban que algo no iba bien , Alejandro estaba en el “Frente”, sin saber por qué ni contra quién.
Mana Aurora me llevó hasta un corralillo de piedra donde estaba una de las cabras con un par de chivos que había parío hacía unos días, la otra cabra la habían matao los lobos y la cochina se había perdío por el monte al poco de dejarla allí y no habían vuelto a verla. Me volví a casa con la cabra y los dos chivos, sin dejar de pensar el mi gorrina.

Poco a poco fuimos arreglando la casa, un día sacando tierra pa jacer unos adobes encontramos una escopeta, que alguien habría enterrao por miedo, la limpié y le metí una buena capa de sebo y la envolví en unos trapos, total no tenía ni un mal cartucho.
Casi no me acordaba ya de la escopeta cuando un día cogiendo acitunas me enteré, que mi amigo Jacinto “el Serio”, podía jacerme de unos cuantos cartuchos de posta y así fue, me cambió tres esportones de acitunas por tres cartuchos, si se llega a enterar mi padre, me mata.
Empecé a dedicarme a lo que hacía Abelardo antes de que empezase la guerra, a cuidar las cabras del pueblo, yo las recogía por las mañanas y me las llevaba a la sierra y por la tarde desandaba el camino dejando cada cabra a su dueño.
Durante las horas que pasaba en la sierra me entretenía en buscar los paso de los cochinos como en otros tiempos y sus embarraeros . Sin comentarlo con nadie una tarde después de dejar las cabras, saqué la escopeta que tenía envuelta en trapos entre un montón de paja en el doblao y los tres cartuchos que me había cambiao Jacinto por las acitunas. Antes de que el sol empezara a esconderse por detrás del Montón cogí el camino de los Moros que lleva hasta el lagunazo del Valle Jorguines, dónde tenía pinta de ser sitio de baño de algunos cochinos buscando el quitarse esos bichos que no los dejan parar en el verano. Me subí a unos peñones donde una zorra tenía el cagaero, pero esa noche no se dejó ver por allí. La tarde fue cayendo y poco a poco se iban confundiendo las formas de las matas, no tardaron en escucharse ruidos de entre las jaras, cada vez más cerca del lagunazo. Era la primera vez que estaba en una espera y me temblaban los dientes de los nervios y del frío que el cacho manta de la burra que tenía no era capaz de quitarme.
¡Madre mía que peazo bicho!. La silueta del cochino que asomaba entre las matas bada miedo pero estaba parado ahí entre la sombra y el agua, sin que el cochino moviese una pata, empezaron a salir rayones de unas treinta libras, eso tiraba por tierra toda la paciencia que yo había tenido, por muchas ganas que tuviera de ver ese bicho colgao en la enrramá del corral no podía dispar porque era una cochina con las crías. Después de un rato la cochina se metió en el agua pero no dejaba de levantar el jocico resoplando, estaba seguro, de que sabía que yo esta allí. De repente la cochina salió del agua pero en vez de correr a esconderse entre el monte se vino hacia los peñones donde yo estaba encaramao mientras los rayones aún en el barro no la perdían de vista, la cochina cada vez más cerca de mí y yo sin saber dónde demonios quería llegar, hasta que se giró como buscando a sus jabatos, no podía ser, un escalofrío me recorrió la espalda y tres años de recuerdos pasaron por mi cabeza hasta detenerse en aquel día, al principio de la guerra, cuando llevé a Panchita al chozo de Alejandro, allí estaba, delante de mí con su lunar blanquecino en la pata y su oreja comía por alguna rata. Mi cochina se paró justo debajo del peñón y mirando pa mí parecía que quería contarme algo, los ojos se me nublaron, creo que por las lágrimas. Al intentar bajar del peñón los rayones corrieron a camuflarse con la oscuridad de las matas, mientras la madre permaneció inmóvil unos instantes el tiempo justo para que yo pudiera tocarla y rascarle la cabeza como tantas otras veces, después dio la vuelta y se perdió por el mismo sitio por donde se habían perdío los rayones.
Cogí la escopeta y me fui andando pa el pueblo, al llegar a la huerta de mi agüelo agarré un zacho que tenía entre las tomateras y cavé un buen joyo debajo del laurel y allí enterré la escopeta y los tres cartuchos”.



Aquella noche, hace un mes, sentado en la horcadura de un chaparro, recordando la historia de José de Mano Ramón, una piara de cochinos, quiso venir a pasar por dónde yo estaba, pero me pareció que todos tenían un redondel blanquecino en la pata.

lunes, 23 de marzo de 2009

RUTA POR LA SIERRA

El domingo 22 nos colgamos las mochilas y nos echamos a la sierra con un grupo de componentes de la asociación Luna Serena de Castuera. La mañana salió fresca pero en cuanto empezamos a subir se quitaron las tonterías. Empezamos en la sierra de Puerto Mejoral, allí visitamos un poblado de la Edad del Bronce, de allí nos fuimos por la falda de la sierra en dirección a La Nava, paramos en las cuevas del Randero donde pudimos ver numerosas pinturas rupestres, algunas de ellas negras, cosa poco habitual, seguimos la marcha por todo el valle hasta la Laguna del Tesorillo, de ahí subimos a La Caldereta, sitio este que os recomiendo visitar porque es muy bonito y además se puede subir con coche casi hasta allí. Atravesando olivares y monte llegamos a Puerto del Rey, dando vistas a la Serena y allí cogimos una vereda que lleva hasta la estación del Quintillo y sin dejar el camino fuimos de vuelta hasta El Puerto Mejoral que es dónde habíamos dejado los coches. Tardamos cinco horas y media y el recorrido fue de 13 kilómetros aproximadamente, medidos con el visor del Sigpac, pero mereció la pena.


















miércoles, 18 de marzo de 2009

Limpieza de camino y siembra de árboles

El sábado 14, nos juntamos este grupo para limpiar un poco el camino del Risco y sembrar unos pinos, echamos un buen rato.

Después de varios anuncios para convocar al personal, parece ser que este tipo de "actividades", no las quiere casi nadie.